Beatriz acompañó a su hijo Andrés, quien está a punto de recibirse en la UTN. La universidad distinguió a la mujer.
En las aulas de la Universidad Tecnológica Nacional (UTN), un estudiante ciego estuvo durante todo su cursado, acompañado por una sombra luminosa: la de su mamá. Beatriz Nieva tomó apuntes, transcribió textos y aprendió braille para que Andrés pudiera estudiar.
La universidad decidió distinguirla a ella, la madre, que estuvo en cada clase, como un símbolo de esfuerzo compartido para que pronto ambos hagan posible los sueños y metas propuestos.
“Yo soy la apuntadora de este teatro”, dice Beatriz entre risas. Andrés, con 21 años, está a sólo dos materias de recibirse como Técnico Universitario en Programación. Y aunque el mérito académico es suyo, la historia se volvió viral porque detrás de cada examen aprobado hubo una mujer que nunca dudó en sostenerlo cuando lo necesitó.
El vínculo entre Beatriz y Andrés se fortaleció desde la primaria, cuando ella aprendió braille para poder ayudarlo. “Él escribía en clase y yo después transcribía para que pudiera estudiar. En secundaria, con la computadora, también me tocaba armar cuestionarios en PDF y preparar el material para los exámenes. Siempre fue así: yo a su lado”, cuenta.
Por eso cuando Andrés le dijo que quería estudiar programación, Beatriz no dudó. Se acercó a la UTN y encontró que allí se estaba gestando un grupo de inclusión. Ese fue el inicio de una etapa intensa: clases compartidas, apuntes, grabaciones, charlas de estudio y hasta discusiones sobre conceptos técnicos. “Incluso a veces entendía yo algo antes que él, como cuando descubrimos que había dos cosas llamadas Canva, una como plataforma y otra como herramienta”, recuerda divertida.
Para el joven, esta vocación fue un sueño nacido en pandemia. “Yo ‘miraba’ en YouTube juegos que nunca iba a poder jugar porque eran sólo visuales. Pensé: ‘si estudio, quizás algún día pueda hacer un simulador de camiones accesible para nosotros’. Así surgió la idea de programar”, cuenta.
Hace un par de semanas, el decano de la UTN, Rubén Egea, tomó la decisión de reconocer públicamente a Beatriz. “Nos pareció importante destacar el esfuerzo y el amor de una madre. Ese fue el motor de esta historia”, explicó. -La Gaceta-







