Una multitud llegó a la Basílica de San Pedro donde el Papa Francisco encabezó la Santa Misa de Canonización de María Antonia de San José de Paz y Figueroa, conocida como Mama Antula. Así la mujer se convirtió en la primera santa argentina.
Tras la lectura de la declaración de la carta apostólica sobre la canonización de Mama Antula, Su Santidad anunció solemnemente: “En honor de la santa e individua trinidad para la exaltación de la fe católica y el incremento de la vida cristiana, con la autoridad de nuestro señor Jesucristo, de los santos apóstoles Pedro y Pablo y después de haber reflexionado largamente, invocado muchas veces la ayuda divina y escuchado el parecer de numerosos hermanos en el episcopado, declaramos y definimos santa a la beata María Antonia de San José de Paz y Figueroa, y la inscribimos en el catálogo de los santos estableciendo que en toda la iglesia sea honrada devotamente entre los santos”.
Mama Antula fue una laica consagrada, que dedicó su vida a ayudar a pobres y enfermos.
Nació en 1730, en la localidad de Silípica, en Santiago del Estero, y falleció en 1799, Buenos Aires. Se le atribuyen dos milagros: la sanación de dos personas cuyas enfermedades no tenían cura.
Siendo muy joven, se unió a los jesuitas como laica consagrada y se enfocó en la promoción y organización de los célebres ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola.
Una vez que los jesuitas fueron expulsados del país, fue visitando cada ciudad de las regiones pobres del nordeste argentino, practicando y promoviendo los ejercicios espirituales ignacianos.
Tras su muerte, se le atribuyen dos milagros: la curación de una religiosa de las Hijas del Divino Salvador, la hermana Rosa Vanina, que sufrió un shock séptico por una colecistitis, y la sanación de Claudio Perusini, que había sido alumno de Jorge Bergoglio.
El hombre sufrió un “ictus isquémico con infarto hemorrágico en varias zonas, coma profundo, sepsis, shock séptico resistente, con fallo multiorgánico”, y los médicos no le dieron esperanza de recuperación.