Corea del Sur enfrenta uno de los colapsos demográficos más pronunciados del mundo. Con una tasa de natalidad que cayó a 0,72 hijos por mujer en 2023, muy por debajo del nivel de reemplazo (2,1), el país asiático está inmerso en una crisis poblacional sin precedentes que amenaza con remodelar su economía, su sociedad y su lugar en el mundo. Pese a décadas de políticas públicas orientadas a revertir esta tendencia, los resultados han sido, hasta ahora, insuficientes.
Una caída sin freno
Desde la década de 2000, Corea del Sur ha visto cómo su tasa de fertilidad descendía de forma sostenida. En 2023 marcó un nuevo récord negativo, consolidando una tendencia que ya lleva más de dos décadas. Este fenómeno es resultado de múltiples factores:
Altos costos de crianza y educación
Mercado laboral precario para mujeres
Cultura de trabajo intensiva y escaso equilibrio entre vida personal y laboral
Presión social y falta de apoyo a madres solteras o familias no tradicionales
La consecuencia directa es un envejecimiento acelerado de la población y una reducción continua de la fuerza laboral activa.
Efectos en cadena: economía, salud y defensa
El impacto de esta crisis es transversal. En lo económico, una población más envejecida significa menor consumo interno, menor productividad y aumento del gasto público en pensiones y salud. Las universidades coreanas ya enfrentan dificultades para llenar cupos y el sistema de salud anticipa una creciente presión por la atención geriátrica.
A nivel militar, el descenso en la población joven reduce el número de reclutas disponibles, en un país que aún vive bajo la amenaza constante de Corea del Norte. A largo plazo, también se prevé una disminución del dinamismo económico y la innovación, aspectos clave en un país altamente dependiente de la tecnología.
¿Por qué fracasaron las políticas?
Corea del Sur ha invertido más de 280 mil millones de dólares en programas para fomentar la natalidad desde 2006, incluyendo subsidios al nacimiento, guarderías gratuitas y beneficios fiscales. Sin embargo, las políticas han fallado en abordar los problemas estructurales:
No se ha reformado de manera efectiva el mercado laboral para proteger la carrera profesional de las mujeres.
Las políticas siguen enfocadas en modelos familiares tradicionales, excluyendo nuevas formas de crianza.
Falta una red de cuidado infantil accesible y de calidad.
¿Un adelanto del futuro global?
Lo que ocurre en Corea del Sur no es un caso aislado, sino un adelanto de lo que podría suceder en otros países desarrollados si no se abordan los mismos desafíos estructurales. Japón y algunas regiones de Europa como Italia o España ya muestran señales similares, y naciones como China, Alemania o Canadá comienzan a registrar también caídas importantes en la natalidad.
En este contexto, la inmigración aparece como una herramienta clave, aunque no exenta de tensiones culturales y políticas. Corea del Sur, sin embargo, ha sido históricamente reacia a abrir sus fronteras.

¿Qué futuro se vislumbra?
La paradoja surcoreana es evidente: uno de los países más avanzados tecnológicamente del mundo podría enfrentar un retroceso económico y social por falta de personas. El desafío ahora no es solo revertir la baja natalidad, sino reinventar el modelo social, económico y cultural que permita a las futuras generaciones querer –y poder– formar familias.
El colapso demográfico de Corea del Sur no es solo una crisis nacional. Es una advertencia silenciosa para el resto del mundo desarrollado.